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PRIMEROS HABITANTES DE DONMATÍAS

En cuanto a los pobladores aborígenes del territorio de este municipio, son muy escasos los datos históricos que poseemos. Sabemos, sí, que en 1581 don Gaspar de Rodas descubrió y recorrió la región, siendo las tribus de los Katíos y Nutabes los pobladores por entonces de la comarca.     

Donmatías fue ocupada por los colonos de 1624, hace por lo tanto unos 327 años. En este año llegaron colonos de la ciudad de Antio-quia, que dieron origen a un pequeño "sitio" que tomó el nombre del. vecino más importante. En el año de 1750 empezaron a poblarse los lugares llamados: San Andrés, Las Animas, Las Juntas, La Chorrera, y lo que forma hoy el casco de la población; o lo que es lo mismo: Las Minas de don Matías Jaramillo, vendidas poco después a don Andrés Echeverri, quien las traspasó más tarde al Pbro. don CristóbaJ de Restrepo, el que a ¡fu vez las vendió a Francisco Miguel de Tamayo.

En 1782 se fundó en este lugar una población que se denominó San Antonio del Infante, la que quedó 'bajo la jurisdicción de la ciu­dad de Antioquia hasta que en el año de 1814 entró a, figurar como Distrito con su primitivo nombre.El poblado fue fundado en 1787, al nordeste de la capital del De­partamento, en terrenos que antes pertenecían al municipio de Co-pacabana. Dista de la capital de la República unos 506 kilómetros.Los primeros emigrantes españoles radicados en aquella región, fueron andaluces, castellanos y vascos, gentes todas estas de gran aliento emprendedor, y todo indicaba que no eran pusilánimes. Tan­to la vivienda como el vestido, los alimentos como los hábitos sociales indicaban una orientación educacional sabiamente trazada por el en­tonces "regenerador, el Moisés de Antioquia", Mon y Velarde.En Antioquia se conocían en el siglo XVII cuatro castas o clases de habitantes.¿Cuál de estas clases habitó nuestra patria chica? Muy claro lo dice éT Gobernador Chaves, cuando en 1759 escribía al Virrey:"Hay tantas minas en esta región, que apenas es posible asentar el pie que no sea sobre oro.... y además el número de negros quetrabajan en ellas no alcanza a 900... los propietarios de las minas de Riochico y Riogrande, se quejan de la escasez de negros de labor y que la mayor parte del producto se dedica a su compra......". Másadelante se dice que sus habitantes eran "cristianos viejos, limpios de toda mala raza".

En los primeros años de la Independencia, al desaparecer las li­gaduras políticas impuestas por los gobiernos coloniales, estos habi­tantes dieron vuelo a sus cualidades nativas y llevaron sus fuerzas creadoras a donde quiera que el trabajo, la independencia personal y el apego a su religión pudiesen dar abrigo seguro a su hogar, que es la forma real de su mundo.Santa Rosa, la Señora del Norte, extendió sus hábitos y costum­bres de los primitivos mineros, buenas y santas por gracia divina, y los lanzó luego al Nechí, Riogrande y Riochico.En 1845 tenía Donmatías 2.400 habitantes: número respetable, en la época; estaba antes que Santo Domingo y apenas igual a Yarumal.Su crecimiento demográfico ha sido muy lento, pues en 1850 con­taba 2.500 habitantes.


ORIGEN DE LOS SITIOS Y LUGARES DE DONMATIAS

Con el título de Capitulaciones que otorgaba el Gobierno a los  mineros, el territorio quedó distribuido entre pocos dueños de exten­siones tan grandes que ni se conocían los límites. Con el correr del tiempo se desarrollaron las cédulas reales de Minas, que limitaban más las propiedades de los anteriores y dieron origen a las primitivas poblaciones que se desarrollaron sin arte, sin comodidades de higiene, pero como su longevidad dependía de la suer­te que corrieran las minas, no llegaron a florecer sino muy pocas.

Al reunirse cierto número de trabajadores en determinado cam­po de acción, el sentimiento religioso les impulsaba a la erección de una capilla para tributar culto a Dios. Estos pueblecitos, a través de los tiempos, llegaron a convertirse en Viceparroquias, luego en Pa­rroquias, y fueron el origen natural de los pueblos cuyo nacimiento a la Historia presenció el siglo XVIII. La primera autoridad política de estos cuasi-pueblos después de la de "Capitanía de Guerra", fue la de alcalde o "Juez Pedáneo"; es­tas últimas eran las que gobernaban los "Sitios".De los "Sitios", el más importante y el que repercutió en la his­toria de nuestro pueblo fue el viejo y muy nombrado aún por las ac­tuales gentes de edad: el Sitio de Copacabana. Sólo el Gobernador, en calidad de Vicepatrono, daba el califica­tivo de "Sitio" o de "Partido" a una de las localidades anteriormente descritas. La erección de un Sitio en Villa o en Ciudad, era un privilegio que sólo correspondía darlo a la Majestad del Rey.

LEVANTAMIENTO DE LA PARROQUIA

Con la idea sublime del trabajo por parte de los mineros que buscaban su campo de acción, seguía muy de cerca también la idea del sentimiento religioso, que impulsaba, en cada centro mediana­mente concurrido, a la fundación de una capilla para tributar cul­to al Dios de sus antepasados.

Con la idea sublime del trabajo por parte de los mineros que buscaban su campo de acción, seguía muy de cerca también la idea del sentimiento religioso, que impulsaba, en cada centro mediana­mente concurrido, a la fundación de una capilla para tributar cul­to al Dios de sus antepasados.Esos pequeños templos llegaron con el tiempo a ser Viceparroquias, y fueron el  principio natural de la mayoría de nuestros pueblos antioqueños.  El 23 de julio de 1791, el Dr. Miguel de Isaza, juez poblador le rindió un informe al Gobernador Baraya en el cual le manifesta­ba el estado en que se hallaba la Colonia y le decía: "Que había una iglesia de 20 varas de largo y 9 de ancho cubierta de paja con al­gunos útiles y paramentos; que la plaza estaba situada sobre un lle­no parejo y sin malezas; que había una casa pajiza para cárcel; que en la circunferencia de la plaza había seis casas construidas y cuarenta en el marco del sitio; y que la población se componía de 80 familias distribuidas así: 23 mestizos, 33 mulatos y 150 negros de las cuadrillas de Riogrande.

El 12 de septiembre del mismo año se presentó el Dr. Isaza ante el Dr. de Fonnegra que era Teniente del Gobernador del Valle de los Osos y le pidió Ratificación de las primeras diligencias que se habían hecho cuando se dio principio a la población y que se hicie­ra autenticar la primitiva sesión de los Pbros. González y Villegas y se les pidiera un nuevo informe a los curas de Santa Rosa y Copacabana, Nicolás Francisco de Agudelo y Carlos José Cadavid.

El 19 de los mismos, dichos Pbros., ratificaron todo lo que ha­bían hecho todos sus antecesores y además declararon que no sólo era útil sino necesario la erección que pretendían. El Pbro. Alejan­dro Barrientes, cura de San Pedro, informó el 16 de octubre, que no cedía ni un metro de su terreno para la nueva parroquia.El Dr. Isaza había levantado el censo el cual le había dado el número de 679 almas.En enero de 1792 se dirigió el Dr. Juan Francisco García al Go­bernador de la Provincia como apoderado de los vecinos de San An­tonio del Infante pidiéndole la erección del nuevo curato; a este de­cretó el 27, que accedía a la nueva erección con los territorios cedi­dos por los curas de Santa Rosa y de Copacabana, pero que no fuera a comprender nada de San Pedro, por no haber querido ceder vo­luntariamente su cura, y mandó que anualmente se celebrara la fiesta a los patronos y asignó para la congrua del nuevo cura 50.000 maravedíes de las Cajas Reales y mandó que los vecinos asegu­raran por escritura pública ante el Teniente Gobernador de Santa Rosa los proventos del curato que se había creado,., los cuales hicie­ron el aseguro inmediatamente.

Pero el decreto de erección dado el 27 de enero de 1792, por el Gobernador Baraya, no tuvo efecto, porque según las leyes de ese tiempo, para erigirse una parroquia, se necesitaba que las autorida­des estuvieran de acuerdo y el mencionado decreto no fue aprobado por el Gobierno Eclesiástico y entonces los vecinos del sitio de San Antonio del Infante se reunieron el 28 de julio de 1800, ante don Antonio Vélez y Montoya, Alcalde y Juez Pedáneo del partido y le confirieron poder general al Sr. Miguel de la Sierra y San Miguel, para que acudiera ante los Tribunales Civil y Eclesiástico y consi­guiera que se les nombrase un cura propio y se les erigiera la igle­sia en parroquia.

En septiembre del mismo año, el Sr. Sierra y San Miguel, se dirigió al Señor Vicario Superintendente, pidiéndole que hiciera levantar una información de tres testigos idóneos y que dijeran si los vecinos del sitio mencionado carecían de pastor espiritual por no tener un cura propio, ni un coadjutor que les administrara los sacramentos por la distancia enorme que existía entre los pueblos de Copacabana, San Pedro y Santa Rosa, por cuya distancia muchos de sus vecinos morían sin confesión, sobre por ser sus caminos muy ásperos y fragosos, y sí existía un número considerable de casas.

El 30 del mismo mes el Vicario decretó la información y com­parecieron a su juzgado como testigos, los señores José Antonio Isaza, José A. Soto, Javier Restrepo y Francisco Cadavid los cuales estuvieron de acuerdo en todas las preguntas que se les hicieron agregando que les constaba que había una iglesia de paja de Viceparroquia de la parroquial de Copacabana y que sabían que sus ve­cinos estaban consiguiendo materiales para construir una nueva, si se les concedía la gracia de conseguir un cura propio para el sitio de Donmatías, y que calculaban el número de casas edificadas en 26; « que el punto más apropiado para erigirlo en parroquia era el men­cionado por estar más al centro, y tener un número de habitantes de 800 almas, que eran más que suficientes para un curato, y que erigiendo la Viceparroquia en Parroquia, el cura que se les nombrara quedaría con una congrua suficiente para su sostenimiento y lo mismo les pasaría a los de San Pedro, Copacabana y Santa Rosa.

El 2 de octubre de 1800, el Dr. Carlos José Cadavid, cura de Copacabana y a quien perteneció el partido de San Andrés, renun­ció a esta parte de su curato para que se erigiera en parroquia, esto lo hacía en vista de la necesidad que aquellos vecinos tenían de un cura propio, pues él, aunque encargado de aquellas almas, no po­día administrarles los sacramentos por lo dilatado del terreno y as­pereza de los caminos, por lo cual se quedaban años, sin oir misa y muchos morían sin el último auxilio.Advertía que al hacer esta renuncia le quedaba muy bien de qué vivir, lo mismo que al párroco que fuera puesto en la nueva parro­quia que se erigiera en el mencionado sitio; y que le constaba que sus vecinos estaban edificando una iglesia muy buena de tapias y tejas, y capaz de servir de parroquia. En el mismo día, el Pbro. Agudelo, cura de Santa Rosa, renunció los partidos de "Las Juntas" y "La Chorrera" para que se agregaran a la de San Andrés, y así le pudieran erigir en beneficio propio más extenso. Manifestaba que el punto más apropiado para la matriz debía de ser el paraje de "Don­matías" por estar más en el centro de los otros. El Sr. Sierra y San Miguel, apoderado general, levantó el censo de todos los parajes y dio el siguiente resultado: de los partidos de La Chorrera y de las Juntas, pertenecientes al curato de Santa Rosa, 177 almas; y del curato de Copacabana 670, que dio el total de 847 almas.

En el mes de diciembre el apoderado se dirigió al Vicario Super­intendente y le envió los certificados que habían dado los Pbros. de Santa Rosa y Copacabana en los que renunciaban parte de sus cu­ratos, para que se erigiera una nueva parroquia en el paraje de San Antonio del Infante y se pudiera extender más la población; tam­bién le envió el padrón que le había formado, el cual daba un mayor número del que mandaba la ley, y le decía que le devolvieran los ori­ginales para ocurrir con ellos al Vicepatrono Real en solicitud de su consentimiento para la nueva erección.El 5 de enero de 1801, el Vicario decretó se agregaran los certi­ficados recibidos al expediente que se estaba formando para la nue­va erección.El 28 de febrero del mismo año, el Sr. de la Sierra y San Mi­guel, se dirigió de nuevo al Vicario Superintendente y le envió el título de la Viceparroquia que se le había concedido a la capilla que había sido construida en el sitio de San Antonio del Infante con las correspondientes aprobaciones del Sr. Obispo y el Vicepatrono Real como todas las diligencias para que las agregara a las otras que en su juzgado se habían creado y le decía que devolviera los origi­nales, para enviárselos al Vicepatrono Real para obtener de él el consentimiento de la nueva parroquia que se pretendía.

PRIMER CURA DE DONMATIAS

José Ignacio Cardona Nació en Medellín en 1770, hijo de don José María Cardona y doña María Jesús López, estudió en En­vigado con los doctores de la Calle.

Se ordenó en Popayán en 1798. Fue coadjutor en Medellín, cuar­to cura y primero en propiedad de Donmatías desde abril de 1802 a 1820. Fue luego coadjutor de Anzá y cura de San Jerónimo y Sopetrán.
José Ignacio Cardona Nació en Medellín en 1770, hijo de don José María Cardona y doña María Jesús López, estudió en En­vigado con los doctores de la Calle.Se ordenó en Popayán en 1798. Fue coadjutor en Medellín, cuar­to cura y primero en propiedad de Donmatías desde abril de 1802 a 1820. Fue luego coadjutor de Anzá y cura de San Jerónimo y Sopetrán.A este célebre sacerdote se le envolvió en la asonada t(ue enca­bezaron unos señores Posadas de Aguacatal en la noche del 18 de febrero de 1836 para sacar de la cárcel de Medellín al Dr. José Ma­ría Botero; pero fue absuelto por el Tribunal Superior con fecha 17 de septiembre del mismo año.En una hoja que publicó en Medellín el padre Cardona, en 1841, titulada "Suspiros al Viento y al Cielo quejas", decía: Yo, en la entrada de los Españoles, fui el único que emigró fuera de la Pro­vincia por sus comprometimientos, cuando volví, hallé mis haberes secuestrados y aplicados al Fisco Real, y el Gral Warleta me exigió $ 350 castigando mi patriotismo, en términos que en esa época per­dí toda mi fortuna. En 1836, a fines, se retiró a Antioquia, pero Salvador Córdoba lo confinó a Medellín en 1840, pero al finalizar este año falleció en Sopetrán.Nadie podrá negar que el padre José Ignacio Cardona fue un ver­dadero patriota y que sufrió en su propia carne los cardenales por la ¡libertad de su patria.

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